Linkedin

¿Inflamado(a)? No te resignes, ¡actúa!

La inflamación es uno de los mecanismos de defensa más importantes del cuerpo. Se activa cuando el sistema inmunológico detecta una amenaza y busca reparar el daño o neutralizar agentes dañinos.

Cuando ocurre de manera puntual, estamos ante un proceso natural y beneficioso, pues es regulado por el mismo cuerpo de manera imperceptible, sin malestares. Sin embargo, cuando sucede sin causa aparente o por tiempo prolongado, estamos ante una señal de alerta.

No debemos acostumbrarnos a vivir con dolor, hinchazón o malestar. Reconocer el tipo de inflamación es clave para actuar a tiempo.

Las dos caras de la inflamación

Inflamación fisiológica natural

Ocurre de forma puntual y controlada, como respuesta a una agresión específica. Dura poco tiempo y ayuda a reparar el tejido y a recuperar su función normal. Ejemplos de este tipo de inflamación son:

  • Hinchazón y calor en un tobillo tras una torcedura
  • Dolor muscular después de un entrenamiento
  • Enrojecimiento y calor en la garganta por una infección
  • Dolor y enrojecimiento en la piel tras una picadura

* En el caso del ejercicio, esta respuesta moderada fortalece el organismo y estimula la adaptación muscular.

Inflamación patológica crónica: la que nos debe preocupar

A diferencia de la anterior, esta persiste durante semanas o meses, aunque no exista una lesión reciente, y no siempre produzca dolor. No permite reparar, sino que facilita el deterioro de los tejidos y se puede asociar con una elevación del riesgo de padecer afecciones localizadas o sistémicas como artritis, síndrome metabólico, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer, entre muchas otras.

Síntomas frecuentes:

  • Dolor o hinchazón que no mejora con reposo
  • Fatiga intensa sin causa aparente
  • Problemas digestivos recurrentes
  • Cambios en la piel
  • Pérdida de peso involuntaria

Causas comunes:

  • Dieta alta en azúcares, harinas refinadas y grasas saturadas
  • Sedentarismo
  • Falta de sueño reparador
  • Exposición a contaminantes y tabaco
  • Enfermedades autoinmunes o metabólicas
  • Alergias

¿Cómo mantenerla bajo control?

Ejercítate: el ejercicio regular es una de las estrategias más efectivas para controlar la inflamación crónica. Estimula la secreción de proteínas antiinflamatorias y endorfinas, mejora la sensibilidad a la insulina, fortalece músculos y huesos, ayuda a mantener un peso saludable y reduce el estrés, otro factor que perpetúa la inflamación. Consulta a tu médico por una rutina que se adapte a tu condición física.

Aliméntate bien y descansa: una dieta equilibrada rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos, pescado y aceite de oliva aporta antioxidantes y omega-3 que ayudan a modular la respuesta inflamatoria. Por su parte, dormir entre 7 y 9 horas permite reparar tejidos y regular hormonas que fortalecen el sistema inmune.

Relájate: medita, lee un libro, haz mandalas, ora… ¡lo que sea que te guste y que te permita un momento para ti!

Evita: el tabaco, modera el consumo de alcohol y reduce la exposición a agentes contaminantes.

Monitorea tu salud: asistir a tus controles periódicos te permitirá estar al tanto de tu estado de salud y evitar riesgos de manera oportuna.

Adopta estos hábitos y empieza a notar la diferencia.

También te puede interesar

Complementary Content
${loading}