La vida sexual no tiene límites de edad, no tiene por qué tenerlos. Si bien depende de variados factores orgánicos, psicológicos y hormonales, no hay ninguna restricción de edad para sostener relaciones sexuales. Se trata de una actividad adaptativa que varía según cada persona, su pareja y los intereses que los conectan.
A medida que una persona llega a la vejez, no solo experimenta cambios biológicos, psicológicos y sociales que impactan su vida, sino también se ve afectada por el desconocimiento y los tabúes que existen respecto a su vida sexual. La tendencia a reducir la sexualidad a la genitalidad, la capacidad sexual y la edad reproductiva es lo que alimenta la creencia de que esta llega a su fin para el adulto mayor. Así, la misión empieza por desafiar esas creencias equivocadas.
La tendencia a asociar la sexualidad con la juventud perpetúa estereotipos que ignoran las realidades de la vida adulta mayor, aun cuando la sexualidad en la vejez sea tan natural y significativa como en cualquier otra etapa. Según el National Institute on Ageing, muchas parejas mayores encuentran mayor satisfacción en su vida sexual que cuando eran más jóvenes, pues tienen menos distracciones, más tiempo y privacidad, no se preocupan por causar un embarazo y disfrutan de una intimidad mayor con una persona que ha sido su pareja de por vida.
Las personas mayores que mantienen conexiones sociales sólidas y se sienten emocionalmente respaldadas tienen más probabilidades de experimentar una vida sexual plena y satisfactoria. Por lo tanto, fomentar entornos que promuevan la conexión social y el entendimiento de que la sexualidad es parte integral de la vida, en todas sus etapas, es el primer paso.
El autocuidado es esencial para mantener un bienestar integral, y ello implica:
Comunicación abierta: fomentar las conversaciones sinceras con la pareja sobre las necesidades y deseos sexuales fortalece la intimidad y la conexión emocional.
Conocimiento del propio cuerpo: comprender los cambios físicos asociados con la edad y adaptarse a ellos; aceptar el cuerpo y estar abierto a la exploración de nuevas formas de placer mejora la experiencia sexual.
Cuidado de la salud: atender los chequeos médicos regulares y abordar a tiempo un problema de salud promueve la vitalidad y el bienestar sexual.
Prácticas sexuales seguras: sostener prácticas sexuales seguras y protegidas, incluso si no hay riesgo de embarazo, y usar métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual es fundamental.
Educación continua: informarse sobre la sexualidad en la vejez y las variaciones que sufre el cuerpo con el tiempo ayuda a adaptarse a los cambios y desafíos de manera más efectiva.
Emotividad: la afectividad es un componente clave de la sexualidad en esta etapa. Según los expertos, el enamoramiento, la ternura, la empatía y el contacto físico no solo persisten, sino que a menudo se intensifican en la edad adulta.
Con su pareja, tómense el tiempo y el espacio necesarios para disfrutar el uno del otro y entender los cambios que enfrentan. No teman hablar con el médico si hay un problema que esté afectando su vida sexual. El profesional les podrá sugerir un tratamiento para que vivan su sexualidad con plenitud, disfrutando de todos los aspectos positivos que aporta a su bienestar físico y emocional.