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Carta petrolera

Nº 122 abril - junio 2010


 


 

¿Oportunidad o especulación?

Inventarios Flotantes

Hoy es posible almacenar millones de barriles en gigantescos buques en Europa, el Golfo de México y el Golfo Pérsico. Algunos lo consideran simple especulación; para otros es una herramienta lícita de reacción de los productores frente a cambios en el mercado. Ha servido en catástrofes ambientales.

Por Natalia Vega de Flórez

Mercar es un arte. Eso lo saben muy bien las amas de casa. El primer año después de la luna de miel juiciosamente ponen en
práctica el rito de asomarse a la nevera, hacer un atento escaneo de necesidades, desplazarse al supermercado y comprar, una y otra vez, los víveres que faltan, más o menos de la misma manera y sin fijarse mucho en las pequeñas variaciones del precio.

Pero con el paso de los meses, los años y las décadas, el rito de ir a mercar se va volviendo más complejo. El precio empieza a importar, sobre todo cuando la familia ya no son sólo los dos. Así que los jabones se compran en un sitio distinto, para periodos de tiempo más largos y por volumen.


Las embarcaciones ideales para almacenar petróleo en altamar
son los Very Large Crude Carrier (VLCC).


Se almacenan y se compran nuevamente sólo cuando se necesitan. El congelador es un inventario cada vez más variado: desde las carnes y el pescado hasta el plátano maduro, todo está congeladamente calculado. Se descubre que los precios de un buen número de productos tienen cierto grado de estacionalidad y que otros sufren lapsos de volatilidad. ¿Por qué no los útiles escolares en octubre o mayo y las toallas playeras en febrero o septiembre?

El mundo de los hidrocarburos está gobernado por el comportamiento de una serie de implacables dictadores que ejercen su soberanía sobre distintos productos en distintas regiones del mundo. Los famosos commodities o precios de referencia: el WTI cushing, el Heating Oil NY y Gas Natural Henry Hub, por ejemplo.

Lo que complica su intercambio, como en el caso del mercado familiar, son las expectativas de alza de precio, que aquí se llaman futuros; pero esos futuros, a diferencia de los del mercado familiar, se comercializan previamente. Y las múltiples estrategias de almacenamiento que el mundo ha ido desarrollando para conjurar las alzas parten de un complejo juego entre precios spot (los del crudo, el gas y los derivados hoy) y precios de futuros; juego en el cual, además, el hándicap para el productor de hidrocarburos siempre se opone al del refinador.

Almacenar, almacenar, almacenar

Cuando los precios de los futuros más lejanos tienen una prima mayor sobre los precios spot se da lo que los comercializadores
llaman “contango”. Esto motiva a los productores a almacenar. Pero en el caso contrario, que tiene un nombre aún más complicado, “backwardation”, los precios futuros más lejanos tienen descuentos mayores sobre los precios spot y la motivación para almacenar es del refinador, que quiere llenar su despensa de materia prima más barata para “cocinar” un mayor margen a largo plazo. A su vez, el almacenamiento influye en el precio. Cuando empieza a crecer, es un peso que, vía disminución de la oferta, aumenta el valor del producto en el mercado.

El almacenamiento es entonces todo un tema de análisis para quienes trabajan en comercialización de hidrocarburos y derivados. El almacenamiento en tierra es un asunto que los reguladores y los gobiernos mantienen claramente medido y que es objeto de reportes periódicos.

Por ejemplo, los agentes del mercado esperan cada semana que sean las 10 de la mañana del miércoles (hora neoyorquina) para recibir el resultado de reservas estratégicas y comerciales de Estados Unidos que presenta oficialmente el Departamento de Energía de ese país. Las reservas comerciales, como quien dice las del refrigerador, que se “congelan” como estratégicas, se convierten en el mercado en una señal de aumento en el precio de los futuros y todos empiezan a mover sus fichas.

Las reservas estratégicas son las que ese país, el mayor consumidor del mundo, mantiene en tanques subterráneos desde 1975 cuando se logró conjurar la primera gran crisis petrolera. Tan sólo el crudo almacenado de esa manera estaba al 15 de febrero en 726,6 millones de barriles; Las reservas comerciales son las que responden a los cambios en el precio y, de nuevo, sólo las de crudo, al mismo corte del 15 de febrero de 2010, estaban en 334,5 millones de barriles.

El almacenamiento es una estrategia para intentar conjurar
el complejo juego entre precios spot y precios de futuros.


Al mar

El almacenamiento en tierra tiene por todos los antecedentes antes descritos una buena reputación. Reputación de planeación y estrategia. Pero el almacenamiento en buques es cuento aparte.

Para empezar, la medición del almacenamiento en buques la hacen analistas privados. Son simples estimaciones sobre los buques que permanecen cargados en el mar; cuántos de ellos con crudos o fuel oil, o lo que en el argot comercial se conoce como “sucios”, y cuántos con refinados o “blancos” como gasolina y diesel.

Si de almacenar crudo o refinados se trata, cuanto mayor sea la carga en el buque, menor el costo. Por tanto, lo ideal es usar una embarcación grande. Esto es, por ejemplo, un Very Large Crude Carrier (VLCC) o un Ultra Large Crude Carrier (ULCC) con capacidades de dos millones y tres millones de barriles respectivamente. Estos buques, miden entre 320 y 380 metros de eslora (largo de popa a proa), es decir, entre cuatro y casi cinco cuadras urbanas en Bogotá.

De acuerdo con McQuilling Brokerage Partners Inc., en 2009 surcaban los océanos del mundo unos 525 VLCC, el 39% de ellos
en manos de diez de los más grandes armadores del mundo, entre los que se cuentan Mitsui OSK Line, NYK, NITC y Ship Finance Inc., encabezando la lista con flotillas de 33 a 25 buques.

Con sólo estos datos de referencia alguien podría estimar un potencial alto para el almacenamiento de petróleo y refinados en el mar. Esto descontando el almacenamiento en otro tipo de contenedores que no necesariamente son buques, sino depósitos de alta presión dispuestos costa afuera. Sin embargo, tradicionalmente no ha sido muy alto el almacenamiento con fines comerciales en el mar.

“En otros años y en condiciones normales, el número de buques disponibles para almacenamiento era bastante limitado, explica Ignacio Sandoval, de la gerencia de Comercio Internacional de Ecopetrol. “En 2008 los fletes estaban en niveles históricos altos, por lo cual los armadores ordenaron un buen número de buques nuevos, para sacar provecho del fuerte mercado. Desafortunadamente en 2009, con la crisis económica, la demanda por transporte se desplomó, los fletes alcanzaron niveles históricos bajos y una buena parte de los buques quedaron ociosos. Hoy hay más buques en el mercado que los necesarios para transportar petróleo. Hoy, esta situación temporal deja una buena disponibilidad de buques para almacenamiento”.

Pero el almacenamiento en el mar, al menos el que se hace en buques, no parece tener una reputación tan buena como el almacenamiento en tierra. Alrededor suyo se tejen permanentes rumores de especulación con el precio, que circulan a modo de comentarios negativos ante cualquier noticia relacionada con este tipo de operaciones publicada en internet y dentro de conversaciones de grupos no muy ligados a la industria en las redes sociales.

Pese a lo anterior, el mundo tiene ejemplos que muestran este tipo de almacenamiento como una operación de gran utilidad, por ejemplo cuando se presenta una catástrofe natural importante. Fue el caso de los huracanes Katrina y Rita, que en agosto de 2005 literalmente arrasaron con buena parte de las instalaciones petroleras de refinación de Louisiana, motivando que empresas como Pemex tuvieran que buscar nuevos destinos internacionales (más allá de su mercado natural), pero además almacenaran en buques parte de su producción mientras esas refinerías abrían nuevamente.

Para realizar un almacenamiento, el buque se contrata por tiempo. Este tipo de contrato se conoce internacionalmente como un Time Charter y su característica clave es que el fletador, es decir quien contrata el buque, paga el combustible y los costos de uso de puerto, con el derecho de entrar a realizar inspecciones al buque cuantas veces lo considere necesario. Un Time Charter para almacenamiento flotante se suele contratar para un período de 15 a 180 días, mientras un Time Charter para transporte puede ser entre seis meses y un año.



Un almacenamiento en el mar de productos refinados por un mes, en un VLCC, por ejemplo, le puede costar a una empresa US$50.000 diarios. Si es de 180 días, le cuesta US$42.500. A mayor tiempo de almacenamiento, en las condiciones del mercado actual, menor costo. A ese valor hay que sumarle unos US$12.000 diarios en combustible para el barco y US$2.000 dólares más en costos de la zona de fondeo. Además, un almacenamiento en el mar siempre va acompañado de la compra de una cobertura para el precio del producto almacenado. De esa manera se asegura la rentabilidad de la operación.

Para el caso de Ecopetrol, Sandoval explica que “desde mediados de los 80 hasta finales de los 90, Ecopetrol tenía una unidad de almacenamiento flotante, un ULCC con capacidad superior a los dos millones de barriles. Se utilizaba como almacenamiento flotante en Coveñas (donde está ubicada la TLU3) y era también utilizada para embarcar crudo de exportación en diferentes tamaños de buques.

Un almacenamiento en el mar siempre va acompañado
de la compra de una cobertura para el precio del
producto almacenado.


El experto agrega que “en la Gerencia de Comercio Internacional hemos contratado por un periodo de 15 a 30 días dos buques para almacenar crudo en aguas de Costa Rica. Esto debido a que la ventana de cargue quedó ubicada casi tres semanas antes de la ventana de descargue y el viaje a Costa Rica, donde estaba el comprador, sólo dura día y medio. Esa alternativa fue mucho más económica que vender el petróleo de afán a un precio descontado”.

Más allá de sus objetivos, operatividad o costos, el almacenamiento en buques o floating storage a escala mundial es interesante porque su frecuencia creciente en los últimos años ha hecho que los comercializadores empiecen a considerar en su toma de decisiones los informes que los brokers privados han empezado a publicar recientemente al respecto.

Según Morgan Stanley, en 2009 el almacenamiento marítimo fue creciendo mes a mes en los mares de Europa, el Golfo Pérsico y el Golfo de México, principalmente. Pero la inusual intensidad del invierno en enero de este año lo hizo caer nuevamente, pues creció la demanda de combustible para calentar los hogares, especialmente los europeos, y los precios subieron (ver tabla).

La demanda de reconversión de las refinerías por exigencias ambientales y el cierre de algunas de las más grandes en el Caribe y otras regiones del mundo, con la consecuente caída de la demanda de barcos para trasportar productos como el fuel oil, también han hecho caer el valor de los fletes. Una dinámica completamente opuesta a la de los productos refinados que demandan cada vez más trasporte marítimo.

¿Qué efecto de largo plazo tendrá esta coyuntura de las refinerías en el almacenamiento marítimo? La respuesta es todavía una incógnita. Por lo pronto, el almacenamiento en mar es una estrategia que se practica en los mares del mundo y cuyo seguimiento cada vez se hace de manera más juiciosa.

“Ecopetrol no descarta la posibilidad de adelantar más operaciones de este tipo en el futuro, si las ve necesarias”, concluye Arturo Mejía, de la Gerencia de Comercio Internacional.


El contrato del buque ideal para poner a flotar inventarios es el
Time Charter. En él, el fletador paga el combustible y los costos
de uso de puerto.